El 10 de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, un día en donde organizaciones, gobiernos y profesionales en diferentes partes del mundo unen esfuerzos por evidenciar los logros, los alcances y la importancia de la salud mental en la población, sin embargo, es necesario evidenciar la urgencia de las necesidades que representa la falta de salud mental en personas de todas las edades.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020) define la salud mental como “un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad”, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU, 2018), la salud mental es un derecho humano. Hoy más que nunca el tema de salud mental esta sobre la mesa, esta presente en las agendas y en las prioridades de la mayoría de los gobiernos de diferentes países del mundo, esto como consecuencia de la Pandemia por COVID-19, si algo vino a evidenciar la pandemia fue la importancia de estar bien con nosotros mismos y los demás.
Sin embargo, hay una brecha importante y sobre todo alarmante entre la salud física y la salud mental, ya que en ningún país del mundo hay una igualdad entre estas disciplinas, si consideramos la práctica profesional, presupuesto, educación, espacios y promoción de las mismas, la salud mental sigue siendo olvidada, rezagada e invalidada.
Es importante recordar que una persona se suicida cada 40 segundos alrededor del mundo, cerca de 1000 millones de personas viven con un trastorno mental. Hoy 10 de octubre es un buen día para unir esfuerzos a nivel global y recordar que sin salud mental no hay salud, no tener salud mental nos puede imposibilitar de ir a la escuela o a trabajar, no tener salud mental significa no reconocer y manifestar nuestros sentimientos, no poder interactuar con los demás, no disfrutar la vida, no estar satisfechos con nosotros mismos, entre muchas cosas más.
En la medida de que vamos envejeciendo estos derechos no se pierden, la salud mental es uno de ellos.
Lo único que sé es que cualquier persona que quiera puede mejorar su bienestar
Carl Rogers
¿Sabías que la OMS diseñó un Plan de acción sobre salud mental para ser difundido e implementado entre el año 2015-2020? Te invitamos a conocerlo.
Para leer el documento sobre el Plan de salud mental 2015-2020 de la OMS, haz click aquí
Ofrecer espacio de dialogo en torno al impacto de la pandemia en la salud mental.
Dirigido a
Personas mayores (+60), no excluyente para otros públicos.
Impartido por
Patricia Alejandra Pinto Aguilar, Psicóloga, Universidad Diego Portales. Máster Psicogerontología, Universidad de Barcelona. Magíster Psicología Clínica Adulto mención psicoanálisis, Universidad de Chile. Diplomada UC en Intervenciones psicoanalíticas en Instituciones de Salud. Docente y tutora de diplomados gerontológicos en Universidad Católica. Fundadora del Espacio “Salud Mental y Envejecimiento”. Es parte del Directorio de Fundación GeroActivismo, y una de las fundadoras del Colectivo GeroFeminismo -Cofradía Latina-. Espacios que buscan visibilizar temáticas en relación a las personas mayores, desde una perspectiva de derechos e interseccional, con el fin de promover una sociedad más equitativa para todas las edades.
Antes de comenzar, quiero decir que escribir esta columna me ha sido muy difícil. Pensaba que tal vez no encontraría las palabras para dimensionar lo complejo que debe ser para las personas mayores residentes, los equipos de trabajo y los familiares, estar viviendo la crisis sociosanitaria más grave de la época moderna, siendo, además, la que ha impactado de manera tan desgarradora a este grupo. Ante esta realidad, la Organización Mundial de la Salud ha identificado a las personas mayores que viven en estos centros como una población vulnerable que tiene un riesgo mayor a la infección, debido a la convivencia con otros que no son sus familiares (OMS, 2020).
El impacto, gravedad y letalidad del contagio del COVID-19 en las residencias, comenzamos a presenciarlo mediante los medios de comunicación internacionales, los que aludían a la gran cantidad de personas mayores contagiadas en estos centros habitacionales. Según datos recientes, se estima que se han registrado más de 16.000 fallecidos por esta causa, y esto, sólo en residencias de personas mayores en España (BBC, 2020).
Frente a esta lamentable situación, las críticas han sido principalmente dirigidas a la falta de información y mala gestión de las autoridades, así como a las medidas insuficientes en torno a esta población altamente vulnerable. A la vez, se cuestiona el manejo de los equipos intraresidenciales, se menciona por ejemplo, la escasa claridad de la información respecto al estado de salud de los residentes, llegando en algunos casos, a no informar a los familiares sobre fallecimiento de sus parientes, de esta manera se vulnera una gran cantidad de elementos esenciales de derechos humanos que se indica según organismos internacionales, que deben estar presentes en los servicios de cuidado a largo plazo, como se observa en la siguiente gráfica:
De manera paralela se han ido conociendo paulatinamente algunos testimonios de integrantes de equipos de residencias, quienes también interpelan, destraban malas prácticas y refieren los altos niveles de angustia, estrés, cansancio, incertidumbre y desorientación experimentados durante este periodo, demostrando así el impacto gravísimo a nivel de la salud mental de los residentes y equipos, sin dejar de incluir el temor a ser contagiados y la sensación de que están arriesgando sus familias y vidas por su trabajo.
La pandemia y su impacto en las personas mayores institucionalizadas, el caso chileno Las estadísticas de los casos confirmados de coronavirus y de las muertes asociadas no solo han aumentado, sino que han ido al alza día tras día. Al día de hoy, martes 3 de junio del 2020, el Ministerio de Salud anunciaba que se han pesquisado y confirmado 21.605 personas que presentan el virus y que, a la fecha, han fallecido 1.275 bajo la misma premisa, siendo una curva de rápido ascenso, que aún no muestra llegar a su pick. Respecto al grupo etario que ha sido más impactado en nuestro país es la población de los 25 a 54 años donde se encuentra el 62,3% de las personas contagiada. Por su parte, las personas mayores, que van de los 60 años en adelante, cubren el 14,6% de la población contagiada. Algunos dirán que no es preocupante ese porcentaje, sin embargo, según lo extraído del Informe Epidemiológico n° 22 del Ministerio de Salud del 1 de junio de este año (MINSAL, 2020), a pesar de que las personas mayores no son el grupo etario con mayor número de contagios, el problema está en que este grupo presenta la tasa más alta de hospitalización, por tanto de complejidad del cuadro, además, son los hombres mayores quienes presentan más riesgo de hospitalización e incluso doblan la tasa en relación a las mujeres. Considerando estos datos, las personas mayores presentan un riesgo más alto de letalidad.
¿Y qué pasa con las personas mayores en residencias de larga estadía? Hemos visto, al igual que ocurre en otros países, y esperemos no lleguemos a los números de España, ha ido en aumento la cantidad de personas mayores contagiadas con COVID-19. Hace un poco más de una semana, la SEREMI de Salud convocó a una reunión de emergencia a representantes de SENAMA, de la Agrupación de ELEAM y de otros departamentos técnicos del MINSAL, con el objetivo de revisar la situación de estos centros, los que al 25 de mayo contaban con 137 brotes de COVID-19 al interior de sus instalaciones (SEREMI, 2020).
La situación es sumamente crítica, en los 419 ELEAM formalizados, es decir, que cuentan con autorización sanitaria y que suman 4.000 residentes, el 20% de esas personas mayores (¡801 personas!) han contraído el virus. Además, según información de La Tercera del 29 de mayo, el 22,1% de los decesos de la región metropolitana fueron de personas mayores institucionalizadas (La Tercera, 2020).
Durante el periodo de pandemia, la SEREMI ha fiscalizado a cerca de 200 ELEAM, es decir, sólo el 48% de los 419 centros con autorización, de los cuales ha iniciado 112 sumarios sanitarios, por tanto, se han encontrado deficiencias sanitarias en un 60% de los centros fiscalizados. Las principales faltas son: la ausencia de Director Técnico, escases de personal y falta de supervisión en uso y disposición de equipo de protección personal, como mascarillas, batas y otros. Importante destacar que tanto los brotes de COVID como los sumarios, han ocurrido en todo tipo de residencias, sean públicas o privadas. Esto fue presenciado en un inicio en residencias en Ñuñoa, Puente Alto y luego se han pesquisado nuevos en focos en distintas comunas y ciudades de nuestro país.
Lamentablemente estos datos tan alarmantes, corresponden sólo la información oficial, a la que podemos acceder, pensemos y les traigo a la mesa un documento del Instituto Nacional de Derechos Humanos, quienes el 2018 presentaron una radiografía de los ELEAM en Chile, mencionado que del 2012 al 2018, se registraron a lo largo de Chile 1.024 denuncias relacionadas con los ELEAM, entre ellas se menciona que a esa fecha, de los 717 establecimientos de larga estadía, 457 funcionan de forma clandestina, donde más del 90% se concentra en la Región Metropolitana. Además, se realizaron diversas denuncias, 119 por maltrato, 80 por déficit en condiciones sanitarias, 23 por falta de cuidados y las otras denuncias fueron por déficit en el recurso humano o infraestructura deficiente (INDH, 2018). En síntesis, se puede asegurar que aproximadamente existen entre 400 a 500 ELEAM clandestinos, sin autorización, no regulados y, por lo tanto, no fiscalizados. Lo que ocurre al interior de dichos espacios seguirá siendo una incógnita, hasta el día que existan denuncias respecto a su funcionamiento y el estado de salud de las personas mayores y de los equipos de trabajo.
Junto con esa cruda realidad que queda a la penumbra, existen otras experiencias de equipos de ELEAM de trabajan con el interés genuino de ofrecer una buena calidad de la atención, de realizar acompañamientos terapéuticos interdisciplinares, en donde fluyen las ideas innovadoras, el anhelo de un trabajo en equipo, la implementación de acciones y actividades que promuevan el buen trato y el respeto a los derechos humanos de los residentes. Y sé de primera fuente, que en ambos espacios se ha hecho todo lo humanamente posible para evitar los brotes de contagio e intentar a toda costa que esto genere un desmedro en la calidad de vida, lo que es sumamente difícil y en momentos imposible.
Y esta última, es la experiencia que tuve en los dos centros de larga estadía en los que trabajé y por eso me duele tanto seguir viendo noticias que muestran acciones negligentes en las que se vulneran derechos, sea por desconocimiento o con alevosía. Volviendo a la importante reunión convocada por la SEREMI, en ella participó Mario Melin, vocero de los ELEAM de la Región Metropolitana, quien describió cómo han enfrentado la crisis del COVID-19, señalando que “ha sido un trabajo duro, ya que los ELEAM no estábamos preparados para una pandemia” (SEREMI, 2020).
Es verdad, ¿qué organismo pudo prever la rapidez y tan alta tasa de contagio?, ¿quién o quiénes pueden estar preparados para enfrentar una catástrofe de esta envergadura?, ¿con qué recursos tanto internos a las residencias como del intersector pueden dar cabida a la cantidad y gravedad de los casos?, y junto con esto, me pregunto también, ¿los familiares siempre están al tanto de los protocolos de acción dentro de las residencias, estaban en contacto con su madre, padre o abuelos/as, los visitaban, acompañaban?, ¿cuántos profesionales y técnicos, entre ellos mis colegas psicólogos/as se forman y quieren dedicarse al trabajo con personas mayores y trabajar en una residencia?, ¿cómo los grandes empresarios y directivos de las fundaciones no pensaron que el formato actual de residencias, que incluye más de 70, 100 o 200 personas por casa, no podría ser un foco no sólo de contagio, sino un formato irreal de hogar?.
Todas y muchas otras preguntas resuenan en mi cabeza, a propósito de mi experiencia en una pasantía que hice en una residencia pública en Barcelona hace 4 años, y luego en mi trabajo como psicóloga en una residencia de larga estadía en Santiago de Chile durante casi 3 años años, labor que terminé hace unos meses y semanas antes del inicio del COVID. Sin saberlo, es probable que haya sido la ultima vez que haya visto a los ojos a tantas de las queridas personas mayores que conocí en dichos espacios. Y eso duele, se me aprieta el corazón al recordar todos los espacios de encuentro que fomentamos y que hoy son imposibles de realizar. Muchos recuerdos de mis días de trabajo en ambas residencias se han venido a mi mente durante estos días, los recuerdo vívidamente, a propósito de tantas noticias, de tantas malas noticas, que veo y escucho a diario en relación al impacto del coronavirus en las personas mayores que viven en residencias.
Destaco y pongo el acento justamente en la transversalidad de la responsabilidad y sin ánimo de encontrar culpables, sino de hacernos a todos y a todas responsables de la exclusión, discriminación, abandono e incluso deficiente calidad de la atención que se ha brindado a este grupo etario y que, nos duela o no, hemos promovido y no hemos querido ver. Con esto me refiero principalmente al contexto chileno, donde desde la más alta autoridad hasta el ciudadano/a común como cada uno de nosotros y nosotras, ha dejado a nivel de desecho de la sociedad a las personas mayores. Puede que sea crudo leerlo, pero es verdad y tu lo sabes, porque lo has visto y no has reparado en ello. Si no lo crees, te cuento que el mismo Servicio del Adulto Mayor -SENAMA- el año pasado mencionaba: las personas mayores son constantemente y siguen siendo vulneradas en sus derechos fundamentales, primando situaciones de abandono, maltrato psicológico y abuso patrimonial (SENAMA, 2019). Por lo mismo, y tal vez me duela decirlo, pienso que hemos creado una sociedad que favorece que las personas mayores sean un grupo invisible en relación a sus necesidades. Y por su parte, la crisis sociosanitaria del COVID viene a complejizar cada uno de los ámbitos de la persona mayor, incluyendo la precariedad en la que vive la mayor parte de ellos y ellas.
A la fecha, habrá cambiado escasamente esta realidad en relación a las deficiencias técnico, clínicas, administrativas de los ELEAM, los que hoy reflejan la crisis de las residencias de larga estadía y la urgencia de replantearnos como sociedad cómo y dónde queremos que vivan las personas mayores, dónde ellos y ellas quieren vivir y más aún, dónde y cómo queremos vivir nosotros y nosotras en el futuro cuando seamos mayores. Y con esta reflexión, no quiero estigmatizar ni tildar de negligentes a los equipos de los ELEAM, de hecho, he sido parte de ellos en dos residencias, conozco y he vivido la alta exigencia, la gravedad de situaciones a nivel de salud, relaciones y dinámicas interpersonales entre los residentes y del equipo. En varias oportunidades me dediqué a escuchar y contener cuidadoras de adulto mayor, quienes a pesar de la experiencia y conocimiento se veían sobrepasadas. A su vez, se demandaban por pate de los equipos, mayores recursos, así como espacios de formación, autocuidado y trabajo en equipo, los que como sabemos están en deudas en todos los ELEAM.
Por lo mismo, reitero mis palabras no son para apuntar con el dedo, sino como lo he mencionado a lo largo de esta columna, es un llamado de conciencia y responsabilización a nivel individual, comunitario e institucional. La crisis de las residencias no comenzó con la pandemia del coronavirus, se inició hace décadas, y como tantas otras demandas sociales tan relevantes, la dejamos guarda en un cajón, promoviendo así la vulneración de derechos de las personas mayores.
Para finalizar y reflexionando en torno a este escenario, hoy más que nunca debemos interiorizar el llamado de la OMS (2020), quien destaca que hay que garantizar que las personas mayores, independiente de su lugar de vivienda, sean protegidas de COVID-19 sin estar aisladas, estigmatizadas, dejadas en una situación de mayor vulnerabilidad o sin poder acceder a las disposiciones básicas y a la atención social. Hoy tenemos esa oportunidad.
Referencias – BBC. (2020). Noticias internacionales. Coronavirus en España | «Murieron en silencio y solos”: la indignación de los familiares de los fallecidos en residencias para ancianos. Extraído de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52509480 – CEPAL. (2000). Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. “El derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud”, Observación General N° 14 (E/C.12/2000/4), Nueva York, Consejo Económico y Social. – Instituto Nacional de Derechos Humanos -INDH-. (2018). Derechos de las personas mayores y obligaciones del Estado: situación de los niveles de cuidado entregados por establecimientos de larga estadía. Chile – Metropoli Abierta. (2020). Residencia gracia muertos críticos coronavirus. Extraído de https://www.metropoliabierta.com/el-pulso-de-la-ciudad/residencia-gracia-muertos-criticos-coronavirus_26471_102.html – MINSAL. (2020). Informe epidemiógico n° 22 Enfermedad por SARS-Cov2 (COVID-19). Chile 1 de junio 2020. – OMS. (2020). Coronavirus disease 2019 (COVID-19), 17 March 2020. – SEREMI. (2020). SEREMI de Salud RM convoca a reunión de emergencia para revisar la situación de ELEAM. Extraído de https://seremi13.redsalud.gob.cl/seremi-de-salud-rm-convoca-a-reunion-de-emergencia-para-revisar-la-situacion-de-eleam/
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